Un fotógrafo compró un local diáfano en un edificio industrial de principios del siglo XX para convertirlo en su taller y también en una vivienda para sus invitados. El despacho de Simon Conder fue el encargado del proyecto, que debía tener en cuenta tanto las funciones domésticas propias de un pequeño apartamento como los requerimientos de un estudio fotográfico. La mejor alternativa era convertir el espacio en un Loft.
El cliente deseaba, además, poder alquilar el despacho a otros fotógrafos, por lo que el espacio debía incorporar un pequeño almacén donde guardar las cámaras y el material técnico, como focos, cableado eléctrico y parasoles. Otro de los requerimientos era la necesidad de poder montar más de un set de trabajo a la vez, por lo que los arquitectos idearon un sistema de particiones flexible que permite crear varios espacios en poco tiempo y con un mínimo esfuerzo.
La solución a tan variados requisitos fue concentrar todas las necesidades en dos grandes muebles de contrachapado de abedul. La caja "húmeda" contiene una pequeña cocina, un lavabo y el baño. Para poder mover este volumen con total libertad las tuberías se pueden conectar en diferentes puntos de la vivienda a la red de desagüe. Además, el baño incorpora una pequeña unidad de tratamiento de desechos que minimiza el diámetro de los conductos.
La caja "seca" aglutina la oficina y una amplia variedad de cajones y estanterías para almacenar los utensilios de trabajo. Una gran plancha de contrachapado de madera unida al mueble por unas visagras sirve a la vez de puerta del despacho y de cerramiento de los armarios. Unas escaleras hechas con finos perfiles de acero inoxidable facilitan el acceso a una cama ubicada en el techo de esta caja.
La conexión a la instalación eléctrica y a la red telefónica puede efectuarse en cuatro puntos distintos del Loft, flexibilizando la posición de los distintos muebles y permitiendo una redistribución rápida y efectiva del espacio.
La iluminación combina unos puntos de luz uniformes en los perímetros interiores de las cajas y la luz natural de la calle. Para poder oscurecer los ambientes -si fuera necesario en las sesiones fotográficas- se dispone de un sistema eléctrico de persianas.

La regeneración del barrio neoyorquino de
Chelsea no comprende sólo de la adaptación a uso residencial de sus antiguos almacenes y fábricas, sino también en añadirle nuevas piezas realizadas con calidad. Es el caso de
Avant Chelsea, un edificio de 12 plantas diseñado por 1100 architects, formado por viviendas tipo
Loft y buhardillas con espacios privados. El volumen principal del edificio es un
cubo de cristal y acero en el que se van alternando las terrazas. El aspecto más interesante del edificio es su fachada trasera donde se observa un mosaico compuesto por paneles cerámicos de 6 colores diferentes que le proporcionan un aspecto original y constituye la identidad del edificio. Los interiores son espaciosos y luminosos, asemejandose a los
Loft, pintados en blanco con predilección por el minimalismo y las formas rectas.
Imágenes de Avant Chelsea



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El proyecto llevado a cabo por Simon Conder Associates, consistía en la recuperación de una Estación de bomberos para uso residencial. El edificio databa del siglo XIX lo que hacia casi una necesidad replantear toda su distribución interior. Se comenzó por la última planta, desde la terraza había unas maravillosas vistas del este de Londres, por ello el arquitecto pensó en recuperar este espacio para el día a día cubriéndolo con un techo de cristal practicable. El suelo traslúcido de la azotea favorecía la entrada de luz natural a la segunda planta. Otro pequeño cristal en la segunda planta ayudaba al paso de la escasa luz de Londres hasta la planta baja.
El interior se diseñó siguiendo el espiritu Loft. El Salón se funde con la cocina ocupando la segunda planta en su totalidad. Los muebles fueron diseñados en exclusiva para este proyecto. Acero, cristal y madera son los materiales elegidos para la reconstrucción del interior este espacio londinense.
Concebidas en
1937 bajo el diseño del Movimiento Moderno, este conjunto fabril ha quedado dentro de la urbe de
Sevilla. El conjunto fue rehabilitado en
2001 por
Cruz y Ortiz. El cese de su actividad de fabricación textil dejó paso a su uso terciario, algunas naves se derribaron y otras como esta han sido adaptadas para nuevos usos terciarios dado su alto valor patrimonial. Se trata de una gran nave diáfana de más de 7000 metros cuadrados, la intervención se centro sobre todo en el interior. En exterior se modifico el acceso, diseñando una nueva puerta con aires más actuales y se sustituyeron los vidrios antiguos por unos nuevos de carpintería metálica.
El interior se vació y moduló, aunque permanece abierto, se mantuvo el toque industrial añadiendo una iluminación formada por grandes focos que cuelgan del techo. El edificio ha funcionado como catalizador de la regeneración de la zona que culminará con la construcción de varios edificios terciarios y residenciales de nueva planta.

Un antiguo almacén de maderas
Victoriano fue el escenario para una nueva obra de
PollardThomas & Edwars en 1994. La fábrica se convertiría en el cuartel general de la firma. Su situación cercana un canal posibilitó crear un pequeño parque en lo que fueron muelles antaño. Con esta medida se combino la iniciativa privada con cierto propósito social. El ladrillo de fabrica antiguo se convino con
grandes espacios acristalados, incluyendo algunas aberturas en el techo que proporcionaban luz cenital, reforzando la idea de
gran espacio abierto con el que fue realizado el proyecto de rehabilitación. Al igual que en otros proyectos de la firma se respetaron los antiguos elementos industriales tales como la chimenea.

Los años ochenta fueron aprovechados por muchas ciudades Europeas para recuperar
espacios industriales que habían quedado abandonados, o como en este caso trasladados a raíz de la crisis del petróleo. La entrada de capital privado junto al consentimiento público para recuperar viejos espacios fabriles fue sumamente positiva, aún más cuando se trata de un edificio tan céntrico como el Concordia Wharf.
El New Concordia Wharf conserva algunos elementos de su pasado industria

Vista General

El
New Concordia Wharf fue levantado a finales de los años ochenta. Se encuentra situado en un punto estrategico de
Londres, frente al
Tower Bridge. Un sitio privilegiado para un edificio que desde el siglo XIX no tenía otra función que almacenar té y grano. Los
Docklands londinenses se trasladaron río abajo. Con la rehabilitación de estos espacios se conseguía nuevas oficinas y apartamentos. De su rehabilitación se encargo
Pollard Thomas & Edwars, que mantuvieron la fachada original, aunque con una pizca de color añadido. El proyecto se llevó a cabo restringiéndose la apertura de nuevos huecos hacia el exterior, aunque si se permitió la creación de una nueva planta que alberga áticos, así como la inclusión de nuevos balcones en la fachada. La rehabilitación que comenzó en
1984, recibió un gran número de premios.
Detalle de la fachada

Localización y vista a pie de calle
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