Las ruinas de una antigua granja de piedra se ha convertido en el punto de partida del arquitecto Carl Fredrik Svenstedt para construir una nueva vivienda rural con vistas al Valle de Luberon, un parque regional protegido por estrictos reglamentos que imponen entre otros aspectos construir con materiales tradicionales.
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© Carl Fredrik Svenstedt |
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© Carl Fredrik Svenstedt |
Las ruinas de la antigua construcción de labranza fueron preservados con el fin de enmarcar la nueva casa, mientras que la casa de huéspedes y la piscina se insertaron dentro de los viejos muros de piedra. La casa principal está construida con bloques de piedra arenisca de 50 x 50 x 200 cm, de cantera cercana de origen romano.
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El esquema constrictivo recuerda a los clásicos juegos infantiles de bloques en el que con total libertad aparente se van insertando diferentes aberturas. Las gruesas paredes de la casa también crean masa térmica, transpiran y no requieren de aislamiento, incluso en esta zona de veranos calurosos e inviernos nevados funcionan como un perfecto aislante térmico.
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El resto de materiales empleados en la casa son la madera y el hormigón. Los interiores se han dejado sin tratar, con pisos de hormigón pulido y techos de madera contrachapada de abedul. La casa principal de 200m2 se caracteriza por una cubierta a dos aguas que recuerda a las construcciones tradicionales.
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El salón acristalado y las terrazas abiertas bajo este techo permiten abrir el interior al patio situado en el sur y las amplias vistas hacia el valle hacia el norte. El plan abierto del ala de los dormitorios está estructurado en tres volúmenes de madera contrachapada distintas, como grandes cajas. Puertas correderas ocultas dividen el espacio en dormitorios y baños. Un garaje de madera completa la planta cuadrada de la casa principal, y enmarca el estrecho pasaje de entrada a lo largo de las ruinas que también conduce a la casa de huéspedes de 35m2, con un muro de piedra escalonado como característica principal.
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Cuando los arquitectos Anita Panov y Andrew Scott se trasladaron a a vivir a este lugar situado en el corazón de Sidney, Australia, se encontraron con una vieja vivienda de madera y un jardín trasero descuidado cuyas plantas habían crecido sustancialmente. Con sus propias manos y la ayuda de amigos han construido un sencillo anexo de 67 m2 abierto al jardín trasero. La vivienda original fue reformada completamente, aunque se mantuvo la fachada original, por ello en el interior no se aprecia cuando estamos en la vivienda antigua y cuando en la nueva extensión, ya que todo se ha fundido en un único espacio interior.
La planta es estrecha, con 15 metros de longitud y tan solo 4,5 metros de anchura. En la fachada trasera se han incluido ventanas de guillotina que permiten abrir el interior al jardín exterior y recibir luz natural y favorecer una ventilación cruzada adecuada.
"Es una ventana a nuestro jardín. La casa en sí es poco más que una armadura"
Las habitaciones se han dispuesto linealmente. Al final del edificio, junto al jardín, se integran las áreas sociales. En el jardín se ha situado un pequeño sendero realizado con ladrillos reciclados de la chimenea de la vivienda original. El sendero rodea diversas especies de árboles como eucaliptos, pinos y palmeras. Para la fachada los arquitectos se han inspirado en los edificios tradicionales de Kyoto, optando por la madera. En el interior conviven diversos materiales como el cemento quemado o la madera de cedro recuperada.
Si en el exterior se ha optado por un aspecto algo más salvaje y descuidado en el interior se ha elegido una atmósfera cálida y acogedora.

Cerca de la histórica muralla de la ciudad portuguesa de Braga encontramos un palacete burgués del Siglo XIX junto a él se construyó un anexo para albergar al servicio. En 1930 este anexo fue dividido en tres viviendas individuales, una de ellas, la de color turquesa ha sido rehabilitada en 2013 por el estudio Tiago do Vale transformándola en una vivienda moderna que además alberga un espacio de trabajo para sus promotores. El mayor reto era respetar la esencia de un edificio decimonónico y crear al mismo tiempo un interior contemporáneo que satisficiera las necesidades de sus nuevos moradores. La edificación cuenta con techos altos y una fachada estrecha, el programa se ha divide en tres plantas.
Las diversas áreas funcionales han sido divididas por pisos, de tal modo que la primera planta se destina a oficina, la segunda a las áreas sociales -comedor y cocina-, y la tercera al dormitorio y el baño. La escasez de luz natural, era otro problema que debía ser tomado en cuenta por el equipo de arquitectos, la solución fue realizar una nueva división del interior, creando espacios mucho más abiertos que los originales para que de este modo la luz llegara a todas las estancias. La escalera que conecta todas las plantas no sólo delimita el entorno en cada nivel, también es responsable de la entrada de luz durante todo el día. Las grandes ventanas verticales, en parte, influencias de las casas brasileñas de la época -el promotor del palacio era de origen brasileño-, es otro activo para garantizar una mayor luminosidad.
El blanco predomina en gran parte del interior, desde las paredes hasta el techo e incluyendo elementos como las contraventanas. El único lugar que permanece a salvo del color blanco es el vestidor, que se ha convertido en una especie una caja de madera. El suelo es original, de pino americano, siendo uno de los elementos que reflejan el carácter histórico del edificio. Áreas como el cuerto de baño se han revestido de mármol procedente de la ciudad portuguesa de Estremoz.